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RefleAccionar
"RefleAccionar" es una publicación gratuita que se distribuye por e-mail en forma quincenal.
En cada una abordamos una temática específica a través de frases, cuentos y pequeños artículos, con la intención de reflexionar sobre nuestra vida cotidiana y tener disponibles nuevas acciones para lograr resultados que se adecúen a nuestros propósitos.
A veces nos pasa, en el vivir, que nos encontramos como desorientados, sin rumbo. Nos sentimos confusos, en crisis con nosotros mismos.¿Qué hacemos cuando ésto nos sucede?
A veces, simplemente, nos dejamos llevar por la inercia, ponemos el piloto automático y dejamos que las circunstancias, la rutina, nos conduzcan.
Otras, nos conectamos con los “debería” (¿Qué debería ser/hacer una persona como yo en una circunstancia como ésta?). Dejamos, en este caso, que las normas sociales, la educación recibida, los consejos de otros, nos guíen en nuestro accionar.Tal vez, después de un tiempo, esa incómoda sensación de desorientación pase. Y, muy probablemente, vuelva más adelante.
¿Qué otra cosa podríamos hacer para aprovechar la oportunidad que nos brindan estas “crisis personales”?Podemos, por ejemplo, ponernos en contacto con nosotros mismos y preguntarnos ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué me importa? ¿Qué hace, para mí, que la vida valga la pena? ¿Cuáles son mis sueños?
Podemos explorarnos desde la pregunta, desde un no saber previo. Aceptando que lo que quiero, lo que me importa, me importa; más allá de lo que otros piensen, más allá de las consecuencias de llevar esto a la acción (lo cual, en todo caso, podremos evaluar más adelante).
Y en esta auto indagación puede ser muy útil el acompañamiento de un Coach Ontológico.
"El horizonte se alcanza día a día".
Glenda Cloud
UTOPIA
Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos
y el horizonte se corre
diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine
nunca la alcanzaré.
Y entonces...
¿para qué sirve la utopía?
Para eso sirve:
Para caminar.
Eduardo Galeano
Empezar con un fin en mente significa comenzar con una clara comprensión de su destino. Significa saber adónde se está yendo, de modo que se pueda comprender mejor dónde se está, y dar siempre los pasos adecuados en la dirección correcta.
Resulta increíblemente fácil caer en la trampa de la actividad, en el ajetreo de la vida, trabajar cada vez más para trepar por la escalera del éxito, y descubrir finalmente que está apoyada en la pared equivocada. Es posible estar atareado -muy atareado- sin ser muy efectivo.
A menudo las personas se encuentran logrando victoria vacías, éxitos conseguidos a expensas de cosas que súbitamente se comprende que son mucho más valiosas.
Sthephen Covey
Hoy he nacido (Amado Nervo)
Cada día que pase, has de decirte:
"¡Hoy he nacido!
El mundo es nuevo para mí; la luz
ésta que miro,
hiere, sin duda, por la vez primera
mis ojos límpidos;
la lluvia que hoy desfleca sus cristales
es mi bautismo."
"Vamos, pues, a vivir un vivir puro,
un vivir nítido.
Ayer, ya se perdió: ¿fui malo?, ¿bueno?
... Venga el olvido,
y quede sólo, de ese ayer, la esencia,
el oro íntimo
de lo que amé y sufrí mientras marchaba
por el camino"
"Hoy, cada instante, al bien y a la alegría,
será propicio;
y en la esencial razón de mi existencia,
mi decidido
afán, volcar la dicha sobre el mundo,
verter el vino
de la bondad sobre las bocas ávidas
en redor mío."
"Será mi sola paz la de los otros;
su regocijo, su soñar mi ensueño;
mi cristalino
llanto, el que tiemble en los ajenos párpados;
y mis latidos,
los latidos de cuantos corazones
palpiten en los orbes infinitos."
Cada día que pase, has de decirte:
"¡Hoy he nacido!"
V O L A R
Debido a una serie de circunstancias, un huevo de águila fue a parar a un rincón del granero donde una gallina empollaba sus huevos. Y así fue como el pequeño aguilucho fue incubado junto con los polluelos.
Pasado algún tiempo, el aguilucho, inexplicablemente, empezó a sentir deseos de volar. De modo que le preguntó a mamá-gallina:
"¿Cuándo voy a aprender a volar?".
La pobre gallina era perfectamente consciente de que ella no podía volar ni tenía la más ligera idea de lo que otras aves hacían para adiestrar a sus crías en el arte del vuelo.
Pero como le daba verguenza reconocer su incapacidad, respondió evasivamente:
"Todavía es pronto, hijo mío. Ya te enseñaré cuando llegue el momento".
Pasaron los meses y el joven aguilucho empezó a sospechar que su madre no sabía volar. Pero no fue capaz de escapar y volar por su cuenta, porque su intenso deseo de volar se había mezclado con el sentimiento de agradecimiento que experimentaba hacia el ave que lo había incubado.