¿Qué juicios estás emitiendo?

 

¿Sabías que nuestros juicios determinan no sólo nuestra identidad y la de otros sino también nuestro futuro? Determinan nuestra identidad porque somos en mucho aquello que decimos y sobre todo que nos decimos de nosotros mismos. Con ellos abrimos y cerramos posibilidades, todo el tiempo.

Probablemente has oído hablar de las profecías autocumplidas. Quiero compartir contigo una definición:

Una profecía autocumplida o autorrealizada es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.

Es decir que emitimos una opinión sobre nuestro futuro y en base a nuestra creencia es que ese futuro que hemos pronosticado se convierte en realidad. Cuando una persona se dice que no podrá, ten por seguro que definitivamente no podrá. Tienen tanta fuerza que finalmente termina ocurriendo lo que nosotros desde nuestras opiniones pronosticamos. Aquel que cree que nunca va a lograr algo y finalmente no lo logra. Es fácil cuando lo analizamos desde afuera darnos cuenta que el hecho de emitir un juicio de valor, éste nos condiciona a hacer y dejar de hacer determinadas cosas, a mirar y dejar de mirar otras, a atraer o no atraer otras tantas.


Veamos juntos un ejemplo: Fátima considera que ella nunca podrá alcanzar el puesto de coordinadora de ventas de la empresa donde se desempeña.

 

 

Como tiene ese juicio de valor sobre sus posibilidades, qué sucede? Sucede que ya no esfuerza en capacitarse para lograrlo, en hablar con las personas que podrían decidir o influir para que lo logre. Sucede que no pone la vista en aquellas situaciones, objetos, posibilidades que pueden acercarla a su sueño. Sucede que desde ese juicio de valor que emitió nunca podrá transformar su sueño en un proyecto.

 

Ni qué decirles cuando emitimos juicios de valor sobre nuestros hijos, el poder que tienen sobre la vida de ellos, y pensando en esto, cierro esta Newsletter contándole sobre algo que me sucedió hace varios años con mi hijo varón.

 

 

 

 

 

 

Mi hijo todavía iba a la primaria, comenzaba tercer grado. Yo estaba cansada de que las maestras me llamaran al colegio porque él molestaba en clase por lo inquieto que era. Finalmente decidí llevarlo a terapia. Y su terapeuta me enseñó a descubrir que eso que –a simple vista - era un defecto, una desventaja, que eso que mirado desde una óptica era un causante de problemas, mirado desde otra, era un espacio de capacidades no aprovechadas. Aprendí a poder ver más allá.

Después de eso, le enseñé a mi hijo que cuando terminara de hacer las tareas o los ejercicios que le dieran, que se pusiera a dibujar. De ese modo no le llamarían la atención y él podría mantenerse entretenido.

Fui al colegio y le pedí a la maestra que si podía le diera tareas extras o hiciera que él la ayudara para que no se sintiera aburrido y tentado a charlar o interrumpir a otros. Después de eso, la maestra comenzó a acordar con él en que lo ayudara como secretario cuando terminara los ejercicios. También lo nombraron miembro del club de lectores para que fuera a leerles cuentos a los chicos de los primeros grados.

Es muy importante cómo miramos, y qué cosas nos decimos de aquello que vemos tanto de nosotros como de otros. Aprender a ser inteligentes emocionalmente implica –entre tantas cosas- tener capacidad de ver de modo posibilitador, de saber apreciarnos y apreciar a las personas en sus valores y capacidades, y desde ahí poder construir el presente y el futuro que queremos.

¿Qué cosas te estás diciendo de ti mismo?

¿Qué posibilidades abren o cierran tus juicios?

¿Qué acciones necesitas llevar a cabo para poder cambiarlos?

 

Cuando emites juicios sobre los otros

¿A dónde te conducen? ¿Crees que estás emitiendo juicios que crean valor? ¿Con quiénes? ¿Y con quiénes no? ¿Qué podrías hacer para mirar diferente?

 

Un abrazo amoroso

Y mil gracias por leerme

Cristina

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