Nasrudin estaba mascullando algo entre dientes con cara de satisfacción. Un amigo lo vio y le preguntó qué le pasaba.

“Ese imbécil de Ahmed” dijo Nasrudin, “tiene la costumbre de pegarme unas tremendas palmadas en las espalda siempre que me ve”. Pues bien, hoy me he puesto un cartucho de dinamita bajo la chaqueta, y esta vez, cuando me dé la palmada, la explosión le va a arrancar el brazo”

Es imposible ayudar a otros sin ayudarse a sí mismo, o dañar a otro sin dañarse uno mismo.

A veces estamos tan dormidos, que lo olvidamos... Creemos que aquello que decimos es independiente de nosotros. Creemos que el idiota es el otro, porque nosotros lo decimos, porque asi lo etiquetamos... E inocente y confiadamente creemos que la etiqueta habla de él.

Nosotros arrojamos la bomba pero tenemos una mirada muy graciosa y particular: consideramos que la bomba no habla de nuestra inflexibilidad... Sino que habla del otro, pensando que solo confirma que el otro es un estúpido que se la merece.

Yo podría contarte historias cenicientas,
apelar al punto bajo en tu autoestima
pero el tiempo un día nos pasaría la cuenta:
Un remedio de mi propia medicina.

“Lo mejor de lo peor”
Ricardo Arjona

La mayor parte de las veces, nuestros juicios hablan de nuestros propios espacios de aprendizaje.

Algunas veces... porque criticamos en otros, lo mismo que nosotros hacemos en otro espacio.

Otras...porque la urgencia del enojo nos domina, y no sabemos callar.

Otras veces, porque -para comprender lo que el otro hace- necesitamos primero recorrer un largo camino en nuestro proceso personal, para que nuestra mirada cambie y recién en ese tramo del camino vamos a poder comprender lo que hoy condenamos.

En cualquier caso, el silencio es nuestro mejor aliado. Herir con las palabras nunca es una opción...

“La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga” Mark Twain

Podemos aprender a hablar solo para construir... siempre

Todo lo que das a otros, te lo das a ti mismo

 

Un grano de arena en la playa, no hace mucha diferencia, pero en el ojo ... 

Nosotros podemos elegir qué clase de arena queremos ser. Podemos ser la arena que es parte de la construcción de algo o podemos ser la arena que puede terminar lastimando el ojo del otro.

Podemos aprender y lo que quizás es más importante aún, elegir ser una palabra que construye.

Muchas veces, lo mejor que podemos dar -o darnos, que es lo mismo- es una palabra que ayude a construir...

Un agricultor, cuyo maíz siempre habia obtenido el primer premio en la Feria del Estado, tenía la costumbre de compartir sus mejores semillas de maiz con todos los demás agricultores de los contornos.

Cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo: “En realidad, es por puro interés. El viento tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros. Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz de clase inferior, la polinización rebajaría la calidad de mi propio maíz. Esta es la razón por la que me interesa enormemente que sólo planen el mejor maíz”

El mundo lo hacemos entre todos, si trabajas y contribuyes mínimamente en cualquier espacio por hacer algo para mejorar el mundo, el primero que disfrutaras de sus beneficios.

 

Muchas gracias por compartir este espacio de reflexión...

Un abrazo.
Cristina

P.D. Algunas veces decimos algo sin saber a ciencia cierta el impacto de eso que hacemos, sin saber cuán significativo puede ser para la vida de alguien. Sea para bien o para mal.

En verdad esta newsletter, surgio de las palabras que  fueron un cimiente importante para el construir en mi propia vida...