Muy probablemente te ha pasado alguna vez que alguien te ofrecido su ayuda voluntariamente en un momento en que no estabas muy bien o en que lo necesitabas.
A mi también me ha pasado y probablemente a muchos de los que estamos leyendo este escrito.
Aunque es muy loable y necesario el brindar ayuda, hay una ayuda particular sobre la que quisiera llamar la atención y que reflexionemos juntos. Quizás te ha pasado que en un momento que no era el mejor en tu vida, alguien amorosamente se ha acercado a ofrecerte su ayuda. Una ayuda particular, que incluía toda una serie de indicaciones y cambios tendientes a lograr tu mejoría y a evitarte entre otras cosas –el que pienses- porque ya el sujeto en cuestión había pensado todo por ti. He escuchado muchísimas veces este tipo de ayuda, y la he sufrido algunas otras.
Como te comentaba el ayudador suele ofrecer a su “victima” una ayuda con manual de instrucciones incluida. Y si la pobre victima osa no aceptar el conglomerado de instrucciones de la “ayuda” ya podrás ver, como el “ayudador” dirá la tan típica frase “bueno, evidentemente, quiere estar mal”.
Ahora quiero llamarte a la reflexión seriamente. Lo he escrito en son de broma porque realmente me da mucha gracia. A veces cuando lo veo o algunas veces que me ha pasado, me pregunto ¿De dónde sacamos los adultos que ayudar al otro cuando está mal tiene algo que ver con decidir por el otro” sin respetar el derecho del otro a decidir e incluso a equivocarse”? Y si quisiéramos ir un poco más lejos quizás podríamos reflexionar sobre de dónde nos nace a veces esa omnipotencia de creer que nosotros sabemos lo que es mejor para la vida de los otros…
Hoy quiero llamarte a que reflexionemos y aprendamos a ofrecer una ayuda basada en el respeto. Una ayuda que implica y ofrezca ponernos al servicio del otro en lo que el otro decida que necesita –siempre que eso este dentro de lo que estamos dispuestos a ofrecer- que podamos elegir ofrecer una ayuda que en lugar de resaltar nuestro ego, sea un sincero ofrecimiento de co-laboración desde el respeto del otro, una ayuda que más que una ayuda como solemos entenderla sea un apoyo que está ahí, disponible para el otro, sin juicios, sin instrucciones. Una ayuda sencilla, suave, una ayuda que dice “aquí están mis manos si las necesitas, disponibles en lo que consideres que pueden ayudarte”. Quizás para lograr esto que propongo, necesitemos caminar un camino anterior, que es de no enjuiciar lo que les otros hacen…
Hablo de una ayuda inteligente, una ayuda desde la elección del otro, que promueva y respete el derecho del otro a crecer…
Un cariño inmenso
Gracias por leerme.
Cristina
Dice la historia que se declaró un incendio en una casa en la que había un hombre profundamente dormido.
Trataron de sacarlo por una ventana, pero en vano. Luego intentaron sacarlo por la puerta, pero sin éxito. No había modo, porque el tipo estaba demasiado gordo y pesado.
Todo el mundo estaba casi desesperado, hasta que alguien sugirió “¿Por qué no lo despertamos y sale él por su propio pie?”
Sólo los que duermen y los niños
Necesitan ser cuidados.
¡Haz que despierten!
¡O que crezcan!
(De “La Oración de la Rana 2”)